La idea original era una escapada fugaz: Soba-cumbre-Ramales (¡y a zampar!), pero una serie de eventos dignos de "Expedición Imposible" (lesión de un compañero incluida) nos obligó a cambiar el menú: ¡Adiós ruta gastronómica y hola alpinismo en pleno enero!
Como manda la tradición, paramos a repostar energías para la aventura. Pero la primera cafetería ¡cerrada! ¿Sería una señal divina? ¡Bah, tonterías! ¡El Adelma nunca falla! ¡A la montaña sin dudar!
Empezamos la marcha en el pueblo de Rozas, subiendo por una pista de hormigón que nos llevaría hasta San Pedro. Pero nosotros nos desviamos antes, hacia la Canal de Ancillo. Y claro, ¡no podíamos romper la nueva tradición que parece que estamos adquiriendo! Uno de nuestros valientes se detuvo a "reforestar" la zona con un nuevo pino. ¡La montaña lo agradecerá!
Tras serpentear por otra pista, nos metimos en un pastizal con una pendiente que parecía sacada de una montaña rusa. ¡Y la pared de roca al final! Como otras veces, ¡a trepar se ha dicho!, siguiendo la vía que hace años ya marcó Josete Momento épico que marcó un antes y un después en la ruta. ¡Uno de los nuestros no volvió a ser el mismo! ¿Volverá a hablar con su cuñado después de esta aventura? ¡Su bautismo montañero fue de nivel!
Superada la pared, la cosa se complicó. El terreno lapiaz nos puso a prueba: ¡Piedra va, piedra viene, y cuidado con meter la pata en las grietas! Y para rematar, el viento sur arreciaba, ¡zarandeándonos como hojas en otoño! A duras penas, llegamos (casi todos) a la cima del Hoyofresnu. ¡Y el buzón seguía allí, firme como un roble! ¡Ni el viento pudo con él! A partir de ahora no hace falta poner como excusa de que hay que hacer más comprobaciones para subir, quien quiera volver a hacer esta cima que no ponga escusas, eso no lo mueve ni Sansón.
La vuelta fue más tranquila. Encontramos un sendero (o algo parecido) que nos llevó por la parte baja de las cimas. Por fin descubrimos el camino que usan los caballos para subir a esta zona.
La idea era coronar las tres cimas: Hoyofresnu, El Piquete y San Vicente. Pero el viento nos hizo cambiar de opinión. ¡Ya teníamos la más alta y el buzón a salvo!
En el camino, alguien tuvo la "brillante" idea de mirar al cielo y ver buitres y cuervos volando. "¡Si ellos vuelan, es que ya no hace viento!", sentenció. ¡Y dicho y hecho! Cuatro de los seis nos lanzamos a la conquista del San Vicente. La subida, más llevadera (aunque sin tregua) que la del Hoyofresnu. ¡Pero en la cima, el viento nos recibió con furia! Foto rápida y ¡a bajar!
Nos reunimos con el resto del equipo en el barrio Manzaneda. ¡Y desde allí, un paseo por carretera hasta el coche! ¡Menos mal que la mayoría (no todos) llevábamos bocadillo! ¡Eran las 15:30 y el hambre apretaba!
¡Y así concluyó nuestra épica aventura! Risas, viento y un buzón intacto.



